El crowdsourcing ha revolucionado la manera en la que funcionan varias compañías e iniciativas en el mundo: desde nuevos modelos de financiación hasta incluso delegar tareas a personas comunes y corrientes.
El término ‘crowdsourcing’, palabra que viene de la unión de los términos en inglés crowd (multitud) y outsourcing (externalización) fue acuñado en el año 2006 en un artículo de la revista Wired y surge como un modelo de ‘outsourcing’ o tercerización basado en el empleo de talento humano o ‘multitudes’ externos a una compañía o un proyecto.
La idea es obtener recursos, bien sean de tipo financiero o de capital humano, para cumplir con objetivos específicos, que pueden ir desde tareas como crear productos audiovisuales de forma colaborativa hasta reunir cierta cantidad de dinero para catapultar un emprendimiento o la fabricación de un producto.
Es importante tener en cuenta dos elementos que se configuran como el motor del crowdsourcing: el ‘crowd wisdom’, concepto ampliamente explorado por James Surowiecki en su libro The Wisdom of Crowds, y la ‘voluntad’.
El primero, hace referencia a los conocimientos que se pueden encontrar en las personas y que pueden entrar a jugar un papel determinante en sus proyectos. La sabiduría del «crowd» es un activo con el que hoy en día no sólo cuentan startups para desarrollar sus proyectos, sino también grandes compañías, que han sabido impulsar actividades basadas en la intervención de sus seguidores.
La voluntad, por su parte, es el motor de las acciones entorno al «crowd», el impulso que lleva a individuos a incolucrarse y tomar partido: no es un «deber hacer» sino un «querer hacer» el que lleva a este modelo a ser exitoso en muchas instancias iniciativas.
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